Una de las cosas más extrañas que aprendí en la recuperación fue a desarrollar la tolerancia, e incluso el deseo de sentirme bien. Al principio, no me relacionaba mucho con la gente. Rehusaba cualquier cosa parecida la intimidad. Más tarde me dí cuenta de la siguiente paradoja: cuando alguien me aceptaba o se interesaba en mí, sentía satisfacción y dolor. Estaba perpleja. ¿Por qué sentiría dolor y felicidad al mismo tiempo? Le pregunté a una amiga de Al-Anon acerca de ello. Ella pensaba que el hecho de experimentar los sentimientos positivos que anhelaba planean en mi niñez podría causar un cierto dolor, y que “recibir” podría sacar a relucir brevemente el “no recibir.”
Sus palabras resultan ser ciertas. Atravesé una etapa de recuperación durante la cual recibir el amor, la aprobación y el respeto de los demás me hacía recordar de inmediato la profunda tristeza ocultada en mi interior por no haberlas recibido de mis padres en mi niñez. En realidad, a menudo no me daba cuenta de que el dolor estaba dentro de mí hasta que alguien era amable conmigo. Entonces descargaba ese dolor en los oídos y los brazos cariñosos de mi Madrina. Finalmente, aprendí que mis padres no podían darme lo que no tenían y poder compadecerlos.
Practicar el lema “Hazlo con calma” me ayudó también. A veces decidía irme de la reunión antes del final. Había recibido todas las “cosas buenas” que podía absorber ese día. A veces tenía que limitar la cantidad de abrazos que aceptaba. A veces compartía los pensamientos y sentimientos con mi Madrina. Poco a poco, me comenzó gustar, y hasta me encantó, recibir las “cosas buenas” que me hacen sentir serena y feliz.
Pensamiento del día
Si la recuperación resulta demasiado dolorosa, tal vez deba detenerme y poner en práctica el lema “Hazlo con calma.”
”Hazlo con calma y Primero las cosas más importantes” nos ayudan a seguir adelante pero nos recuerda que debemos avanzar con pasos pequeños.”
De la supervivencia a la recuperación, Pág. 95